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El Ilmo. Sor. Secretario del Gobierno General, me dice con fcha. 10 del actual lo que sigue: “Ilmo. Sor: El Exmo. Sor. Gobernador general se ha servido autorizar al Exmo. Sor. D. Joaquín Calbetón para celebrar una reunión de naturales de las provincias Vascongadas y Navarra, con objeto de acordar las bases en que ha de fundarse una asociación de beneficencia para los hijos de dichas provincias.
Este oficio, expedido por la Alcaldía de La Habana a Joaquín Calbetón fechado el 26 de febrero de 1877 es la primera referencia documental que existe en el Archivo de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia de aquella ciudad sobre la creación de esta institución.
Luego de obtener la correspondiente autorización de parte de las autoridades españolas en Cuba, los promotores de la iniciativa convocaron a los vasco-navarros a una reunión preparatoria con el objeto de fundar una asociación benéfica que reuniera a todos los naturales de “aquellas cuatro Provincias hermanas” residentes en la Isla. Esta convocatoria, realizada mediante cartas impresas y anuncios en la prensa, citaba a los interesados para el Domingo de Ramos de marzo de 1877 en los salones del Casino Español de La Habana, gentilmente cedido por su presidente para tal ocasión.
En esta reunión, a la que asistió “una completa concurrencia”, se determinó la designación interina de un Presidente y un Secretario, responsabilidad que recayó en Joaquín Calbetón y Luis Aparicio Fernández respectivamente, quienes, como primera medida, propusieron la constitución de dos comisiones, una para la elaboración de un Reglamento y otra para la inscripción de socios.
En la siguiente reunión, celebrada el día 8 de abril, “Se procedió a la lectura en alta voz del Reglamento el que después de discutido fue aprobado, y se ordenó se remitiera copia certificada al Exmo. Sor. Gobernador Gral. para su aprobación”.
Este Reglamento establecía que “Esta Sociedad se denominaría Asociación Benéfica de naturales de las Provincias Vascongadas y Navarra” y que su objeto sería “...el de socorrer a cuantos Vascongados y Navarros necesiten e imploren el auxilio de la misma”.
Escudo de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia y del semanario Laurac Bat de La Habana.
Por fin, el 17 de junio y en lo que fue la tercera y última Reunión Preparatoria, se llevaron a cabo las elecciones para integrar la Junta Directiva, que arrojaron como resultado la designación de Joaquín Calbetón, Francisco Durañona y Fermín Calbetón como presidente, tesorero y vicepresidente respectivamente. Siendo los vocales: Julián de Zulueta, Manuel Calvo, Vicente Galavia, José Bidaguren, Antonio Tellería, Baltasar Otamendi, Mariano Oiz, Pablo Gamiz, José Inda, Manuel Maruri, Pablo Tapia, José María Zarraluqui.
Socorriendo “a cuantos Vascongados y Navarros necesiten e imploren el auxilio de la misma”.
En cumplimiento del mandato impuesto por su reglamento, los miembros de la directiva, convocados mensualmente por su presidente, analizaban meticulosamente cada una de las solicitudes de socorro que habían llegado a la sociedad. Estos ruegos, recogidos como “instancias” en las actas, generalmente eran presentados por miembros de la directiva o por los mismos solicitantes, aunque también lo hacían los “Comisionados” que la asociación mantenía en diversas localidades de la isla y los propios asociados, aunque cualquiera fuera el caso siempre se exigía una nota firmada por el propio interesado.
Por lo general la pobreza extrema fue el común denominador de quienes imploraron el auxilio de la sociedad; aunque en no pocas oportunidades esta situación se potenciaba con enfermedades, incapacidades provocadas por accidentes, fallecimiento de algún miembro de la familia o una inimaginable gama de desgracias a las que, en la medida de sus posibilidades, los miembros de esta institución intentaban aliviar.
En los casos de enfermedad en que los solicitantes requerían atención especial o carecían de alojamiento, éstos eran ingresados en una “quinta de salud”, corriendo la institución con los gastos que su estadía originaran. No pocos ancianos vascos indigentes, alejados de su familia y de su solar nativo, transitaron dignamente los últimos días de su vida en estas casas que llevaron el nombre de “La Benéfica” y la “Integridad Nacional”.
En numerosas ocasiones la institución sufragó los gastos de viajes de retorno a su tierra natal tanto a grupos familiares como a individuos, se hizo cargo de la educación de niños huérfanos o asistió a un prisionero condenado a muerte porque, tal como se estableció en el seno de la Directiva al estudiar este último caso “debía hacerse por el Sr. Iradier (el prisionero) como comprovinciano y desgraciado que es, cuanto humanamente se pueda hacer, ...,pues basta que sea vascongado...”.
Porque esta Sociedad, sin importar si quienes acudían a ella en busca de alivio para sus miserias fueran socios o no, tenía por suficiente para socorrerlos su condición de vascos.
...este vacío, que nos desdora...
Provenientes de una sociedad sumamente devota, la colectividad vasca de Cuba conservaba y proclamaba a los cuatro vientos tanto su religiosidad como su apego a las tradiciones y antiguos usos y costumbres de su tierra natal. De esta manera, el escudo de la institución lucía, además de las características manos entrelazadas como símbolo del Laurak Bat, el lema Jaungoikoa eta Fueroak coronado por el Roble de Gernika y la cruz, mientras que los nativos de Iparralde –con plenos derechos en la institución– estaban representados por un estandarte propio cuyo diseño desconocemos.
Por todo ello no es de extrañar que, a seis años de haberse constituido la sociedad, no sólo sus miembros, sino parte de la colectividad ajena a la institución se presentaran ante sus autoridades a reclamar la protección de su Santa Patrona.
Así fue que el 5 de mayo de 1883, haciendo suya la petición rubricada por 104 vascos residentes en la Isla, los directivos Saturnino Lastra y José María de Olaeta hicieron llegar una nota que expresaba:
Diario de la Marina, La Habana, 14 de abril de 1951. En la conmemoración del día de la Virgen de Begoña, Santa Patrona de los vascos en Cuba. Venancio Zabaleta, presidente de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia recibió la condecoración Orden del Mérito Civil, por su loable actividad en favor de los inmigrantes vascos.
“A los Vascongados que siempre hemos vivido del amor al suelo en que hemos visto la luz primera, y del recuerdo santo de nuestras tradiciones, parece que nos falta en esta Isla el amor de Dios, que sin embargo siempre ha sido el alma de toda Cantabria (...) y este vacío, que nos desdora mucho más en comparación de los naturales de otras provincias que procuran conservar el fuego santo de su amor al suelo natal reavivándolo con el fuego de la fe, mediante la intercesión de un Santo Patrono; los gallegos las de Santiago apóstol, los catalanes, la de Ntra. Sra. de Montserrat, los aragoneses la de Ntra. Sra. de Covadonga, lo que tratan de llenar los autores y suscritores de dicha moción, honrosa en alto grado.
En respuesta a esta solicitud, la Junta Directiva convocó a una Asamblea General que tuvo lugar el 18 de marzo de 1883 en el Casino Español de La Habana. Allí resultó electa como Patrona de la Asociación, y como tal de todos los vasco-navarros de Cuba, Nuestra Señora de Begoña, Santa Patrona de Bizkaia. En ese mismo acto de dispuso la creación de la Comisión Vasco–Navarra de Recolecta y Festejos, con el propósito de “realizar la recolección de fondos necesarios, encargo y compra de la imagen y estandartes, arreglo de la fiesta y demás que creyesen necesario...”.
Esta comisión, que fue totalmente independiente con respecto a la Asociación de Beneficencia, fue autodisuelta en diciembre de 1884 cediendo a la Asociación la imagen, el ajuar y los estandartes con los escudos de las provincias de Alava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra, que designó Camarera de la Virgen a doña Rosalía Mendizábal de Salterain.
A partir de 1883, las calles de La Habana fueron testigo de la devoción de la colonia vasca cuando, una vez al año, la Sociedad realizaba una procesión que, iniciada en el domicilio de la Camarera, transportaba a la Virgen hasta la iglesia de Belén, donde se celebraba una ceremonia religiosa. Prestigiando esta festividad, ese año el Obispo de la Habana dispuso la concesión de “cuarenta días de indulgencia al que devotamente rezare una salve ante la Imagen de nuestra Excelsa Patrona la Virgen de Begoña”.
Al año siguiente la procesión fue realizada en el marco de las multitudinarias fiestas vascas que, extendiéndose ocho jornadas, fueron celebradas por la Sociedad. De estas, la revista Euskal Erria de Donostia señalaba con entusiasmo que “todos los periódicos de La Habana, aun los más autonomistas y renegados, hablan con encomio de las fiestas bascongadas, y aseguran que como ellas no se han conocido jamás en la rica ciudad, reina de Cuba”. Y agregaba a continuación: “...Nos place mucho ver a los basco-navarros residentes en La Habana unirse bajo el protectorado de Nuestra Señora de Begoña y entrelazar la práctica de la religión con los recuerdos de la patria.
Éste es el espíritu tradicional de nuestra bandera, y ¡ojala! que ese espíritu se arraigue y consolide; y estrechando distancias, aventando errores y abrazando nobles ideales, los vascongados y navarros, hijos de una misma madre, se hallen siempre fuertemente unidos y conservando el sentimiento religioso, heredado de nuestros mayores, que es nuestro blasón más insigne”.
Hoy, a más de un siglo de aquellos días en que los vasco-navarros radicados en Cuba se unieron bajo el ideario del Zazpiak Bat, e invocando el cobijo de la Santa Patrona de Bizkaia dedicaron sus mejores esfuerzos en socorrer a sus compatriotas, sus descendientes cubanos se esfuerzan por revitalizar aquella institución ejemplar.
Mientras tanto, desde aquí hacemos votos para que, tanto en Cuba como en Euskal Herria y tal como lo hicieran nuestros mayores, podamos hermanarnos todos bajo los pliegues de una única bandera.